domingo, febrero 04, 2007

HISTORIETA DE CULTO


La Familia Burrón, comedia humana del México urbano: Monsiváis
Notimex / La Jornada On Line
México, DF. Durante casi 70 años, la revista La Familia Burrón, de caricaturista y guionista Gabriel Vargas, ha sido retrato fiel de la sociedad capitalina, escaparate de su forma de hablar, actuar y hasta de "trinquetear", considera el escritor Carlos Monsiváis.

Para el analista de la cultura popular, la publicación, cuyo primer número apareció en 1937, es una "comedia humana sobre la ferocidad de los cambios y la permanencia del sentido del humor, del habla cotidiana, de la pérdida del poder adquisitivo, del encuentro breve y la pérdida orgánica de las ilusiones".

En un escrito sobre la popular familia que habita en la vecindad ubicada en el Callejón del Cuajo número chorrocientos, en el Centro Histórico de esta ciudad, el autor de obras como Amor perdido destaca la valía de la publicación que aparece semanalmente como un espejo de la sociedad a través de estas siete décadas.

Señala que el humor y las ocurrencias que despliega con maestría en la revista, Vargas Bernal ya los había mostrado en anteriores ediciones suyas, como Frankie piernas muertas, Virola y Piolita y Los Superlocos, de las que descuella su personaje Don Jilemón Metralla y Bomba, especie de antecedente de Borola Tacuche.

Tales publicaciones, como muchas otras de la época, apunta, aparecen "al irse extinguiendo la dimensión social de la Revolución Mexicana y fortalecerse el capitalismo salvaje", de lo que Vargas es un observador crítico de "las celebraciones de la corrupción, el ascenso de las clases medias y la modernidad selectiva".

Pero también, es fruto de una sociedad a la que entre las décadas de los años 30 y 50 "se les se le entrega el acceso a la lectura".

Monsiváis señala que "con el humor corrosivo entonces, considerado `propio de los niños", Vargas prodiga símbolos y escenas costumbristas y fantásticas de un México adorador del relajo y chusco-sin-saberlo, inocente y amoral a la fuerza, contrariado y feliz en la pobreza".

Se trata de una ventana a ese ámbito en el que "la modernidad resulta en gran medida de las combinaciones de tecnología, saqueo de recursos nacionales y aceptación devocional de lo que apenas se entiende".

Entonces, personajes como "Jilemón Metralla", "por el desenfado en su actitud y en su intención semidelincuencial, es básicamente moderno, es decir, alguien ya no sujeto a la noción del pecado o de la culpa, seguro de eludir las reprimendas administrativas, y satisfecho de la deshonestidad que califica de "astucia
FIN

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