lunes, febrero 05, 2007

MAS SOBRE DON VARGAS BURRON

LLEGA GABRIEL VARGAS A LOS 92 LUCIDO Y CREATIVO
Celebra Gabriel Vargas su aniversario trabajando, leyendo
y preparando reedición de los Burrón
JULIETA RIVEROLL/REFORMA

Ciudad de México (5 febrero 2007).- A sus 92 años, el único vicio del caricaturista Gabriel Vargas es el trabajo: a diario dedica cinco horas a La familia Burrón, historieta que publica desde hace 70 años, y en su tiempo libre lee, porque no le gusta ver la televisión y mucho menos escuchar la radio.

La embolia que sufrió hace 26 años, "por trabajar a lo salvaje", lo obligó a reducir drásticamente su jornada laboral de 20 horas diarias, pero su disciplina se mantiene inalterada: dibuja y escribe de 11:00 a 16:00 horas, en su despacho, donde hoy su esposa le festejará su cumpleaños.

"Soy un chico raro. Jamás en mi vida me he preocupado por el día de mi santo, no me preocupo de esas babosadas. No sé ni en qué día vivo, he perdido la noción del tiempo, me importa cómo pasan los días pero no qué día es", explica el autor de la tira cómica que la editorial Porrúa ha recopilado hasta ahora en 11 tomos, y a través de la cual critica con humor a la sociedad mexicana y recupera el habla popular.

Vargas refleja en La Familia Burrón los sueños rotos de un pueblo que deposita todas sus esperanzas en el futuro presidente y que ahora reniega del "gobierno del cambio", porque el hambre es la misma pero se gana menos. Qué hace un obrero, se pregunta, con un sueldo miserable de 50 pesos al día cuando el kilo de tortilla vale más de 8 pesos.

"El actual presidente ha encarecido todo desde que tomó posesión, en eso sí me fijo. Desde que yo soy yo, todos los presidentes se han olvidado del pobre y de la clase media, que carga sobre sus lomos todos los atributos fiscales; pero el pobre ya ni se diga, está más hundido en la miseria. Me entero de lo que está pasando y los muñequitos también pasan tribulaciones económicas", comenta un día antes de su aniversario.

Actualmente prepara el tomo 12 de La familia Burrón, para que en unos meses lo edite Porrúa; lee El arte de la fuga, de Sergio Pitol, escritor al que conoció hace algunos años y al que considera su admirador, y prefiere comer en casa los guisos de su esposa, la periodista Guadalupe Appendini, su "ángel guardián", antes que ir a un restaurante.

"Tengo una garganta internacional, como de todo. No porque me vea viejo piense que no tengo apetito, sí lo tengo, a mí me gusta todo", confiesa el caricaturista hidalguense.

El Museo del Estanquillo, donde se exhibe la colección de Carlos Monsiváis, abrió sus puertas a fines de noviembre del 2006 y dedica una de sus salas a Vargas. El caricaturista explica que el gesto le dio una gran satisfacción, aun cuando no ha podido visitar el lugar dedicado al arte popular que durante décadas reunió su buen amigo.

La gente ignora, dice Vargas, que tuvo 70 ayudantes, que hacía cuatro páginas diarias para El Sol de México y un suplemento infantil, además de trabajar para la revista Lupita de la Cadena García Valseca y colaborar en diarios estatales.

"Me asusto ahora porque trabajaba a lo bestia, por eso me enfermé tan tremendamente, casi no dormía y perdí la memoria. Hoy, hacer La familia Burrón es un juego de niños y lo hago con el mismo gusto de hace años. A eso se debe que he vivido tanto".

El monero prefiere no hablar de los falsos bocetos que han comercializado sus nietas, Adriana y Graciela Vargas.

"A la familia no se le traiciona. Me hicieron quedar mal cuando yo las ayudé, para mi ya murieron".
FIN

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