miércoles, julio 25, 2007




CALDERON EN REFORMA

En la torre
Por Froylán M. López Narváez
REFORMA

No mereció simpatía ni adhesión generalizadas, ni comprensiones, el anuncio del jefe de Gobierno de la ciudad capital de México, de la erección de una obra descomunal llamada Torre Bicentenario. Aunque se celebra también el centenario de la Revolución Mexicana en el 2010, se desdeña en esta empresa la movilización nacional más importante para los mexicanos contemporáneos; sin olvido de 1810, u ocho como ya se aclara ahora.

Marcelo Ebrard no dio pormenores para justificar la ubicación y emergencia de un edificio que está dedicado a los negocios, a los negociantes. Por supuesto, aludió a la bondad de que habría una inversión cuantiosa y destacó que se podría dar, contratar, empleo temporal a 4 mil 400 personas y a 600 permanentemente. Se ha acogido a la conveniencia de fincar esa torre gigantesca (la más grandota de América Latina, 197 mil metros cuadrados para oficinistas, 8 mil para "eventos", sucesos fiesteros y de recreo, y 5 mil para lobbies, comercios y restaurantes) en previsión del "desorden que puede venir -argumentum ad ignorantiam este- y que ustedes ya están viviendo y en uso del espacio".

La obra "detonará" el ordenamiento de la zona, se alegó. Seguramente en estos mismos días se ofrecerán datos y anunciarán consecuencias plausibles. Hoy no se tiene conciencia amplia ni de uno ni de lo otro. No hay sino el anuncio y varias objeciones, legales, urbanísticas y políticas que no llevan a la creencia de que el proyecto se impondrá a como dé lugar. Se divulgó que habría que derruir un edificio cuyos dueños están dispuestos a transar y bajo la tutela del INBA, ahora al cuidado de una guerrera atenta a los bienes y patrimonios nacionales, egresada del INAH. Está el inmueble incluido en un catálogo sin declaratoria, se dijo.

Gabriela Cuevas, delegada panista de la delegación Miguel Hidalgo, advirtió rotundamente: "En la Delegación Miguel Hidalgo, si no se cumple con los requisitos de ley, sea el gobierno que sea, no se va a poder construir". Ahora el proyecto es inviable, pues en la zona en la que está prevista no existe uso de suelo para edificar más de tres niveles y es un ghetto residencial.

Hace una semana se anunciaron otras tareas para los festejos o remembranzas de las revoluciones -ahora execradas o reconsideradas, de todas maneras inevitables- de 1810 y de 1910. La misma Jefatura de Gobierno expuso un programa muy vasto, heterogéneo, que incluye rescates bibliográficos, zonas y recintos memorables, valiosos, manejo de las redes internéticas y otros medios de comunicación colectiva, reivindicaciones plásticas, cinematográficas, un caudal señero que propició aprobaciones, ilusiones, agrados.

Habrá también erección de edificios simbólicos, permanentes y efímeros. Habrá portales, monumentos, remedo de símbolos de la Ciudad de México desde hace dos siglos. Sobre todo en la zona sur de la capital los lugareños más empobrecidos de la región podrán tener noticia y disfrute de actuaciones que podrían vivificar las nociones confusas de nación, de historia nacional y de los agentes y hechos políticos que propiciaron parto o cauce a la República Mexicana.

De suerte que en el zona rica de la metrópoli podría elevarse un símbolo de afortunados y prepotencia, activismo de grandes mercadores, incluidos trasnacionales, y en el sureste símbolos o recuerdos de batallas, de combates, de juegos políticos de un siglo y dos atrás. Lo que todo visitante y residentes podrán advertir y señalar es la eminencia de la Torre Bicentenaria. La Centenaria, su conocimiento y disfrute, obligará a visitas tópicas. En el lugar en donde estarían los grandes negociantes sólo podrían ir empleados, jefes, hombres de negocios grandes, como ocurre ahora con el edificio mayor de la ciudad. Aunque podrían abrir algún espacio para que se acerque, merodee, la gente que no es industrial, empresarial, de dineros. O usar el estacionamiento de 196 mil metros cuadrados, de los que 4 mil espacios estarán a su alcance; no se sabe si a sus posibilidades de pago de horas de estacionamiento.

Ya el director del Grupo Danhos integra expedientes, comienza a cabildear para que los asambleístas legislativos del Distrito Federal se sirvan cambiar parcialmente el desarrollo de la zona. Se supondría que está expedito el camino para la Jefatura de Gobierno perredista y los empresarios que quieren una torre ostentosa, esplendorosa como el amor... a los negocios.

Se divulgará el pormenor de la causalidad de la conveniencia, que no necesidad, de un monumento empresarial tan eminente. Habrá de saberse el criterio y valoración del INAH y sus reconvenciones. Los anuncios primeros han suscitado desconciertos, irritaciones y miedos de los lugareños de Las Lomas de Chapultepec -"Las rejas de Chapultepec/ las rejas de Chapultepec... son buenas... nomás para usted", se cantaba- que no admiten ahora una edificación y conglomeración de este corte.

Por lo demás, sin el concurso conocido de las escuelas de arquitectura, urbanismo, sociología, de México se trata de construir una obra cuya belleza y ofrenda es ignota. No se suponen contubernios ni negocios de mala ley o fe. A propósito de fes, podrían tener adecuada sede precisamente en Santa Fe. Pero habrán de explicar por qué quieren injertarse en el corazón de la gran ciudad.
FIN

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